El Efecto Mambrú.
Hay veces que la memoria suelta un latigazo neuronal y no se con que motivo ni con que pretexto, una imagen y mil palabras regresan al presente de ultratumba. Desde un pasado amnésico, la memoria juega a seducirnos.. Se que estas pensando en un deja vú, pero no es exactamente un “fallo” cerebral o una paramnesia propiamente dicha. Distingo estos “recuerdos nuevos” de un deja vú por lo estrechamente relacionado con el plano emocional de mi ser y con mi niñez. El deja vú va acompañado generalmente de una sensación de rareza, incluso de sobrecogimiento, donde se para el tiempo y se respira esa estraña sensación que prácticamente no se puede explicar, pero con el Efecto Mambrú reconocemos y asociamos ese pellizquito de memoria con algo estrechamente relacionado con nosotros y que forma parte de los más profundo de nuestro ser emocional, lo podemos saborear brevemente y supone un instante de felicidad. Una felicidad trágica. Es casi palpable durante unas milésimas de segundo, pero nuestro esfuerzo al querer reconstruir y rememorar no es más que una batalla perdida. Son recuerdos de niñez. Detalles que han sido captados en su momento y que una mente de niño a dado forma como si de un pegote de barro se tratase, para quedar guardada en una estantería interior repleta de pequeñas piezas cerámicas con significante y significado. Son pequeñas sensaciones, imágenes u olores que quedan atrapadas en la personalidad del niño que era y que ya se hizo adulto… olvidadas para la personalidad del adulto pero guardadas en esas pequeñas piezas cerámicas a base de realidad e ideario, mezclados como si de argamasa se tratase. Estos recuerdos actúan en mi como si de feromonas neuronales se tratasen, que excitan y reconstruyen esos pequeños fotogramas atrapados para siempre en la personalidad entera del ser. Todo un menaje a trua entre el Ego, el Superego y el Id…
Es posible que en esa pequeña milésima de segundo de Efecto Mambrú, saborees tan intensamente ese pequeño recuerdo de una mente de niño, que se te caiga una lágrima y el mundo te vuelva a parecer nuevo. Testimonio este, inequívoco de experimentar en uno mismo el Efecto Mambrú. Ojo, solo en personas esencialmente emocionales como lo puedes ser tú, porque de lo contrario el Efecto Mambrú pasará desarpercibido para la persona, que se mantendrá en la supuesta realidad presente y cotidiana gracias a la desconexión automática de su parte emocional y sensible. Pasará como una mera anécdota y la persona seguirá conduciendo, picando cebolla o viendo la tele con la boca abierta.
Bauticé a este fenómeno “Efecto Manbrú” cuando la última vez que me pasó fue precisamente, cuando rememoré inconscientemente y a santo de nada, la idea que tenía de pequeño de Mambrú, ese personaje de una popular canción infantil que recordarás y que decía “Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena, Mambrú se fue a la guerra y no se cuando vendrá do-re-mi, do-re-fa, no se cuando vendrá”.
Pues bien, para mi, cuando era un niño, el personaje de Mambrú, se ideaba en mi mente como un ser un tanto más alto que mi padre o que mi madre y con muchísimo pelo, desde la cabeza hasta el suelo, presencia y aspecto que podría explicar a grandes rasgos, como una mezcla entre Chewaka y Casimiro. Fue un recuerdo, traído de muchos años atrás al presente, de una forma totalmente distinta al proceso normal de rememorar o al simple y cotidiano acto de acordarse de algo o de cuando o de que… podría explicarlo con términos como “clímax de la memoria” o “orgasmo de la historia íntima de un ser”, pero me quedo con el término de “Efecto Mambrú”, por cuestiones meramente espontáneas y en recuerdo del recuerdo, pues así he conseguido volver a recordar ese pequeño personaje de mis mitologías infantiles.
Una vez retratado el Efecto Mambrú con esta breve introducción y como ya te he comentado, esto se da con recuerdos de la niñez, de la infancia, pero también con recuerdos muy profundos aunque supongamos que pertenecen a un pasado más cercano, pero que siguen sin separararse del plano emocional e íntimo del uno consigo mismo. He tenido efectos mambrús desde edades tan tempranas donde es prácticamente imposible obtener recuerdo alguno por el proceso normal de rememorar, como son el acto de mamar o de estar postrado en la cuna… pero sin embargo otros podrían aproximarse más en el tiempo, pudiendo sospechar que se trate de recuerdos de la adolescencia o incluso de una primera juventud, pero que no soy capaz de ubicar en la plano temporal y mucho menos en el contexto histórico de mi vida. Lo más curioso de esos efectos en el tiempo más cercano al presente, son relacionados exclusivamente con mi relación con el mundo, con la naturaleza; el mar, la tierra, con el sol, la luna, las estrellas, los olores a mundo, los olores de las personas y de las comidas y esas pequeñas sensaciones reencontradas fuera de lugar… pequeños latigazos de neomemoria que me proporcionan un placer único e incomparable con otro tipo de sensaciones, pero tan escasos que y volátiles, que son imposibles de volver a recordar, de volver a paladear y juguetear con ellos en el silencio del ensimismado, demasiado frágiles para ni siquiera contar. Son sin duda momentitos de felicidad con uno mismo. En sos instantes soy un ser vivo y feliz, soy un ser histórico, consciente de mi mismo, soy complejo y social. Soy en un instante y ya soy eterno. El reto de todo queda para el universo.
Te deseo un próximo Efecto Mambrú.