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martes, marzo 27, 2007

El Efecto Mambrú.

"Niño geopolítico mirando el nacimiento del hombre nuevo" (1943) Salvador Dalí.

Hay veces que la memoria suelta un latigazo neuronal y no se con que motivo ni con que pretexto, una imagen y mil palabras regresan al presente de ultratumba. Desde un pasado amnésico, la memoria juega a seducirnos.. Se que estas pensando en un deja vú, pero no es exactamente un “fallo” cerebral o una paramnesia propiamente dicha. Distingo estos “recuerdos nuevos” de un deja vú por lo estrechamente relacionado con el plano emocional de mi ser y con mi niñez. El deja vú va acompañado generalmente de una sensación de rareza, incluso de sobrecogimiento, donde se para el tiempo y se respira esa estraña sensación que prácticamente no se puede explicar, pero con el Efecto Mambrú reconocemos y asociamos ese pellizquito de memoria con algo estrechamente relacionado con nosotros y que forma parte de los más profundo de nuestro ser emocional, lo podemos saborear brevemente y supone un instante de felicidad. Una felicidad trágica. Es casi palpable durante unas milésimas de segundo, pero nuestro esfuerzo al querer reconstruir y rememorar no es más que una batalla perdida. Son recuerdos de niñez. Detalles que han sido captados en su momento y que una mente de niño a dado forma como si de un pegote de barro se tratase, para quedar guardada en una estantería interior repleta de pequeñas piezas cerámicas con significante y significado. Son pequeñas sensaciones, imágenes u olores que quedan atrapadas en la personalidad del niño que era y que ya se hizo adulto… olvidadas para la personalidad del adulto pero guardadas en esas pequeñas piezas cerámicas a base de realidad e ideario, mezclados como si de argamasa se tratase. Estos recuerdos actúan en mi como si de feromonas neuronales se tratasen, que excitan y reconstruyen esos pequeños fotogramas atrapados para siempre en la personalidad entera del ser. Todo un menaje a trua entre el Ego, el Superego y el Id…

Es posible que en esa pequeña milésima de segundo de Efecto Mambrú, saborees tan intensamente ese pequeño recuerdo de una mente de niño, que se te caiga una lágrima y el mundo te vuelva a parecer nuevo. Testimonio este, inequívoco de experimentar en uno mismo el Efecto Mambrú. Ojo, solo en personas esencialmente emocionales como lo puedes ser tú, porque de lo contrario el Efecto Mambrú pasará desarpercibido para la persona, que se mantendrá en la supuesta realidad presente y cotidiana gracias a la desconexión automática de su parte emocional y sensible. Pasará como una mera anécdota y la persona seguirá conduciendo, picando cebolla o viendo la tele con la boca abierta.

Bauticé a este fenómeno “Efecto Manbrú” cuando la última vez que me pasó fue precisamente, cuando rememoré inconscientemente y a santo de nada, la idea que tenía de pequeño de Mambrú, ese personaje de una popular canción infantil que recordarás y que decía “Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena, Mambrú se fue a la guerra y no se cuando vendrá do-re-mi, do-re-fa, no se cuando vendrá”.

Pues bien, para mi, cuando era un niño, el personaje de Mambrú, se ideaba en mi mente como un ser un tanto más alto que mi padre o que mi madre y con muchísimo pelo, desde la cabeza hasta el suelo, presencia y aspecto que podría explicar a grandes rasgos, como una mezcla entre Chewaka y Casimiro. Fue un recuerdo, traído de muchos años atrás al presente, de una forma totalmente distinta al proceso normal de rememorar o al simple y cotidiano acto de acordarse de algo o de cuando o de que… podría explicarlo con términos como “clímax de la memoria” o “orgasmo de la historia íntima de un ser”, pero me quedo con el término de “Efecto Mambrú”, por cuestiones meramente espontáneas y en recuerdo del recuerdo, pues así he conseguido volver a recordar ese pequeño personaje de mis mitologías infantiles.

Una vez retratado el Efecto Mambrú con esta breve introducción y como ya te he comentado, esto se da con recuerdos de la niñez, de la infancia, pero también con recuerdos muy profundos aunque supongamos que pertenecen a un pasado más cercano, pero que siguen sin separararse del plano emocional e íntimo del uno consigo mismo. He tenido efectos mambrús desde edades tan tempranas donde es prácticamente imposible obtener recuerdo alguno por el proceso normal de rememorar, como son el acto de mamar o de estar postrado en la cuna… pero sin embargo otros podrían aproximarse más en el tiempo, pudiendo sospechar que se trate de recuerdos de la adolescencia o incluso de una primera juventud, pero que no soy capaz de ubicar en la plano temporal y mucho menos en el contexto histórico de mi vida. Lo más curioso de esos efectos en el tiempo más cercano al presente, son relacionados exclusivamente con mi relación con el mundo, con la naturaleza; el mar, la tierra, con el sol, la luna, las estrellas, los olores a mundo, los olores de las personas y de las comidas y esas pequeñas sensaciones reencontradas fuera de lugar… pequeños latigazos de neomemoria que me proporcionan un placer único e incomparable con otro tipo de sensaciones, pero tan escasos que y volátiles, que son imposibles de volver a recordar, de volver a paladear y juguetear con ellos en el silencio del ensimismado, demasiado frágiles para ni siquiera contar. Son sin duda momentitos de felicidad con uno mismo. En sos instantes soy un ser vivo y feliz, soy un ser histórico, consciente de mi mismo, soy complejo y social. Soy en un instante y ya soy eterno. El reto de todo queda para el universo.

Te deseo un próximo Efecto Mambrú.

5 comentarios:

Perry dijo...

Mi memoria para esop es bastante buena y de pequeño tengo recuerdos desde muy joven. Los "efectos Mambrú" son más relacionados con texturas, sobretodo con el tacto de juguetes, las cortinas o alfombras. También recuerdo la arena de la playa y el tacto de la toalla.
Chewacca + Casimiro = Mambrú??
Joder qué imaginación!!
Aunque yo creía que el Congreso era un sitio donde la gente iba a disparar...

Anónimo dijo...

Yo llevo al crio mayor al mismo cole al que yo fui toda la vida. hay sitios concretos, incluso olores, que me pegan una colleja de repente... "me acuerdo de...". Puff, me pasa muchísimas veces cuando voy a buscarle y me meto por las aulas. Me encanta, me vuelvo crio-adolescente otra vez.

Anónimo dijo...

Los olores y los colores.

Con esos dos elementos, en contadas ocasiones, el efecto Mambrú me pega buenos subidones... o atrasones.

En cambio, los lugares en los que estuve de crío, si regreso a ellos al cabo de muchos años, me producen una sensación desagradable. Y no porque lo pasara mal en ellos, sino porque la sensación del paso del tiempo se hace más cruda, más inevitable.

En cuanto al enlace, quise buscar dos blogs surferos con buen contenido y que tuvieran un buen listado de enlaces. Visión femenina y visión masculina... ¿Cosa de cuotas?


¡Salud!

Anónimo dijo...

Por dios!! que bien te explicas.
Nos has dejado clarísima la diferencia entre el deja vú y el Efecto Mambrú. Yo siento que no me vengan más a menudo esos estupendos-raros-estremecedores-morriñosos recuerdos de la infancia... Esa mezcla de cosquilleo y nervios en el estómago que no dura más de 2 segundos. Yo, que soy un poco masoca, huelo a veces un bote de pintura de dedos azul que tengo en casa (estoy opositando para maestra de Infantil)y que me traslada en décimas de segundos a mi guardería; un perfume a mis dos años de vidorra total en Santiago...En fin, que tiempos aquellos...

iago dijo...

es interesante el tema... al principio, cuando lo escribía, no sabía cuanto de paranoia personal estaba reflejando en el texto, pero por lo que contais y lo que me cuentan las personas del entorno, el Efecto Mambrú es real.

Hoy estaba hablando con Perryluna en la playa sobre esto, no había olas, así que nos sentamos al sol un rato y resulto ser un tema de conversación bastante curioso y hasta da para echarse unas risas.

Lo que dices, Willy, de llegar a ser desagradable un recuerdo en concreto, también me tiene pasado, pero esta vez con razón para ser desagradable. Hay un efecto mambrú Clase II. Son esos recuerdos sensibles de cuando uno es pequeño y empieza a experimentar con su conciencia y existencia... eso les pasa a los niños maduros y yo era uno de ellos; así que derribas muros antes de tiempo y te enteras de cosas que a lo mejor no estaría mal enterarse unos años después... se desata una guerra que aún mantengo entre la imaginación y la razón. Son desagradables. Vuelve al presente sensaciones de vulnerabilidad frente al mundo, es algo caótico y puede que nauseabundo en alguno de los casos, pero a la vez tienen un punto de placer, es como algo morboso, una experiencia sado-mental, una tragedia con final feliz...

a estas horas del día y con un día como el de hoy, no me entiendo ni yo mismo, así que comprendo que no os hayais enterado de nada de lo anteriormente expuesto en el parrafo anterior. supongo que son cosas mías. Prefiero pensar en la almohada, en el tacto y temperatura de unas sabanas de algodón de mi cama deshecha y en el peso específico de mi hedredón de fibras huecas sintéticas siliconadas y antiácaros que me esperan junto a la compañía de mi querida compañera, que ya duerme como una ceporra...

23:33 h. que os den, que me voy a soñar.