La guerra sucia de los poliésteres. (C10H8O4)
Te estas planteando la adquisición de una nueva tabla. Crees que eres libre en la elección, crees que es más sabia la elección pseudos-romántica de llamar al shaper de confianza y que lamine con poliéster o confiarte a la tecnología y cómodamente desde tu casa, vía Internet puedes elegir modelo última generación de la multinacional de turno, sabiendo que el diseño ha sido mil veces testado, estandarizado y fabricado en epoxi con tecnología patentada surftech.
El caso es que da lo mismo, vas a surfear igual; la elección “es tuya” de una manera muy limitada, la elección, prácticamente es la de tu bolsillo y la de los efectos de la publicidad y de la presión social, y cualquier clase de razón que intentes dar con mil argucias con respecto a este tema es una gran falacia construida para el consumo, francamente, una gran desviación de lo que crees pensar, desde el mundo del capital, una vez más, desvirtuando tu falsa libertad.
Sus razones: Hay que abrir mercado, jugar con la variabilidad de la demanda y que la gente gaste, gaste, gaste.
Es el mercado, la ley de la oferta y la demanda, la globalización, el capitalismo. Las leyes de las multinacionales.
Aún puedes rebelarte y seguir poniéndote jerséis de lana y no malgastar el dinero en membranas gore-tex, aún puedes ir a dar una vuelta por la montaña con las botas de cuero, aún puedes esto y también lo otro… y también puedes cultivar tu comida para no comer mierda. El caso es que no lo haces.
Los poliesteres son viejos conocidos; resinas de poliéster, PVC´s, resinas epoxi, polietilenos, poliuretanos, vinilos, Nylon, polipropilenos, PET´s… todos hermanos y viejos conocidos, desde principios del siglo pasado, polímeros que contienen el grupo funcional ester. Son parte de la columna vertebral de la industrialización, de la revolución tecnológica, de las guerras, de las carreras espaciales y de la madre que les parió.
Si no tienes tu tabla de epoxi aún, es porque de momento no ha interesado. No entraba dentro de los planes económicos de la industria petroquímica que surfeases con epoxi. Lo es ahora y probablemente, acabes deslizandote bajo tus pies con una tabla epoxi, por muy reticente que seas a ello, caerás de la burra y picarás el anzuelo, a la vez. Piensalo.
El epoxi no es nada nuevo. Lo has chupado, literalmente desde pequeño. Está recubriendo con una fina capa las latas de bebida, las latas de conservas, están en las pinturas de tu primera bicicleta, en el tan recurrido loctite, en la mayoría de las piezas electricas, en los barcos, en los barnices, en la imprimación que recubre el chasis de tu nueva fugoneta (o de tu vieja furgoneta), desde tu primera radio, hasta en los circuitos del ordenador que te está permitiendo leer esto. Una industria que genera, a día de hoy, más de 5 billones de dólares en América del Norte y unos 15 billones en el mundo entero.
Si no has tenido tu tabla de surf en epoxi ha sido porque no han querido.
El capitalismo es el culpable de todo (y esto es literal). Tus reticencias, tus cuestiones románticas, tu elección de “tus medidas” a través de tu “shaper”, no van a hacer entrar en razón al próximo surfer. Nadie será un cambia chaquetas, ni un hipócrita, por aceptar las nuevas tablas. Porque tu mismo estás garantizando ese hecho, consumiendo, avalando y confesandote como consumidor a un capitalismo que no entiende de nada más que de capital.
No es una visión catástrofistas… seguirá habiendo shapers (que por otra parte se irán adaptando al epoxi), seguirás teniendo tu laminado de poliéster, tu costumización firmada con tu nombre… pero el niñato que vuela por delante de tus nacices con una 4´8” con punta cuadrada, más parecida a un skate que a una tabla de surf, mientras tu remontas con “Tu Shape”, pesado y amarilleado, mil veces tocado y retocado, se reirá cuando te adelante remontando y te llamará friki… y volverás a ser un producto del capitalismo… ese consumidor minoritario que quiere aquello que cree elegir, y por supuesto, te lo van a dar.