Roberto y el mundo de arena.
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Siempre está Roberto jugando en la arena.
Es un niño que está siempre jugando en la arena, en la playa.
Somos viejos conocidos aunque el siempre ha sido un niño y yo como ahora, como siempre..
Lo veo escasos minutos cada vez que voy a la playa, un rato; al entrar y al salir del mar y me quedo con él el tiempo que tardo en calentar antes de entrar al agua y el tiempo justo de que no me coja demasiado el frío después del baño pero con todo, el tiempo suficiente para enredar un poco más antes de irme de la playa. Aún así a veces hago por demorar y me quedo cierto tiempo a jugar y a hacerle preguntas sensiblemente naturales, de forma que la conversación entre los dos es única. Yo le trato como a un adulto y él a mi como a un niño. Todo a través del juego y de la imaginación. No me deja de sorprender el Robertito. Me enseña un montón de cosas y yo le enseño a él otro montón más.
En el terreno de la arena el puede jugar a lo que sea, bien solo o acompañado. En invierno está solo y en verano se pierde entre la multitud de toallas, sombrillas, gente, ruidos y olores que se extiende por todo el arenal. Es ingenioso y tiene una gran capacidad creadora, no deja de inventar con todo aquello que encuentra con la playa.
Su territorio va desde las dunas hasta allí donde va avanzando o retrocediendo esa primera lámina de agua que no le sobrepasa los tobillos y que las mareas dominan.
Para él es un mundo y creo que cree que lo que hay más allá de esas fronteras no presentan ningún interés para él. Nunca lo he visto bañándose y nunca lo he visto jugando al fútbol en el campo cercano donde juegan los demás niños ni bajar en bici desde las colinas. Siempre está lleno de arena; arena en el pelo, arena en los bolsillos, descalzo con los pies llenos de arena.
Nunca me ha preguntado que a donde voy con la tabla con ese estraño traje de astronauta como el dice. Creo que lo tiene tan claro que no tiene que preguntar, de la misma manera que yo tengo claro lo que hace el en la arena y no me hace falta preguntar. Me ve irme al agua y me ve alejarme por detrás de las dunas mientras le digo adiós con la mano. Para el lo único importante es la arena y toda la amplitud del controvertido mar no le suponen ningún interés especial aunque sabe que es mar y me habla a veces del horizonte. Lo que hay detrás de las dunas son cosas cotidianas. Colegio, comer, ducha. Me habla también a veces de lo que hay por detrás de las dunas, pero nunca es momento de hablar de eso.
Siempre hablo de él a los demás y nadie lo ve. Puede que sea una invención mía. Una proyección desde el infantil subconsciente. Un amigo imaginario creado para las fronteras de mis vidas; la del juego en el mar y la de la responsabilidad en la tierra. Pudiera ser el un producto imaginario, un catalizador neuronal, un MODEM adaptativo de una dualidad dolorosa que cabalga entre lo común y lo deseado. Entre un Yo socializado y esclavo de mi tiempo y un Yo libre y proyectivo.
No podría ser en otro lugar que en la arena.
Efecto de la erosión.
Agente erosivo.
Iago. Pontevedra 2006
2 comentarios:
o quizas es que tu alter ego,es un pequenio hombre en el que las preguntas mas complicadas, tienes respuestas sencillas.
me gustan los ninios, quizas por eso, me de aun miedo tener los mios....
si... siempre pienso que las cosas pueden ser todo lo complicado que uno y quiera y a la vez, todo lo sencilllo.
a mi también me gustan los niños... el otro día vi en una película que decian algo así como "todos los niños son especiales... no entiendo como hay tanto adulto mediocre"
cuanta razón.
a mi me da miedo tener un niño también. es demasiado complicado.
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