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viernes, junio 29, 2007

Lección Nº1.


Hecho la vista atrás y me acuerdo de aquel adolescente "stoked" que era, un poco gilipollas la verdad, todo hay que decirlo. Estaba profundamente inmerso en el mar atormentado de un chaval de 15 años que comenzaba a cabalgar olas. Mal asunto, son edades difíciles como para dejarse impresionar de tal manera por algo tan grande y hermoso como el mar, como el mundo. Deberían ser edades en que las que nos cuidasen como el que ama a las orquideas. Somos frágiles como orquideas. Nos tratan en cambio como malas hierbas. Uno cree que es una mala hierba. De hecho, estas cuestiones pasan factura en la vida de uno, pero el mar pone siempre todo en su sitio. Lección Nº1.

Libro de cabecera y biblia, la Surfer Rule. Idolatraba a los dos Machados, por un lado al surfer por su puesto, aprovechando cierto parecido y ese pelo rebelde que aún conservo, que no obedece a las leyes físicas de la ciencia. Al poeta por poeta.

Surfeando todo el día de una manera bastante absurda, pues transformaba en olas imaginarias ese muro largo de bloques de cemento de un metro y medio perfecto, tubero y offshore, que me acompañaba como una larga derecha al instituto y como una larga izquierda, de vuelta a casa. Convertía la arquitectura urbana en paredes de agua a las que me tenía que enfrentar de forma quijotesca. "Que no son molinos, que son gigantes". He llegado a pasar auténtico pavor frente al edificio de 12 plantas donde vivía Gonzalo. Asomarse por la ventana de su habitación era enfrentarse a un verdadero take off.
En fin, el hombre (o el aún niño) que les relata esto, siempre ha sido muy imaginativo.

Tenía que ser rubio, era un canon. Le pedí a mamá un champú de camomila, pero de los fuertes, de los que utilizan las viejas, no el de los niños. Lo de la parafina en el pelo, si lo sumaba a su rebeldía, podría resultar apoteósico ante otra de las cosas que daban más miedo; En aquella época, junto con la arquitectura moderna, enfrentarse a la gente del "insti" podía ser una pesadilla. Que pandilla de hijos de puta todos.

Aún así le eche valor y como la camomila iba lenta, me compre con la paga un frasco de los que anunciaba la Carmen Sevilla y me teñí el pelo de rubio platino. Que cojonacos que tenía. Rebelde sin causa. Provocador sin límites. Las tengo hechas bien gordas.

En los recreos me quedaba en clase durante los inviernos. Fuera llovía y el ambiente "hall-cafetería" era para empezar a tiros, así que me quedaba con unos pocos en clase, charlando de tonterías de calibre industrial. Supongo que seríamos algo así como los frikis de la época, cada uno con su tema y a divagar, y eso. Yo cogía las tizas, borraba el encerado y comenzaba una sesión artística de éxtasis puro. El encerado comenzaba a tomar profundidad de campo, una sola línea era un horizonte perfecto, un atardecer o un amanecer, las lineas que trazaba por abajo con pulso de caligrafista callado, se aproximaban desde ese universo paralelo como una gran marejada que cabalgaba hasta la clase de 1ºA. El viento siempre offshore, se sentía en la nuca. Soñaba con los nombres de las revistas y bautizaba el encerado escribiéndolos en grande; Sunset, Rocky Point, Mundaka, Rincon Beach, Pipeline, Bells... ¡Kirra!

Las niñas estúpidas se reían al llegar del recreo y los chicos malos (Malotis comunis subsp. del todo) intentaban ridiculizarme, la presión sostenida durante aquel curso llegó a ser severa. Uno mismo, una persona, tiene una capacidad de adaptación inimaginable pero yo he contado con una gran ayuda: el mar, que siempre pone todo en su sitio. Lección Nº1.

Eran mil y un nombres los Dioses de mi Olimpo, pero Kirra dormía fotocopiada a la altura de mi cabeza en mi cama. Era la última ola que veía al dormirme, la primera al despertarme. Era la Ola que me protegía.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

me rei mucho con lo de las paredes que se convierten olas porque yo tambien surfo de esas siempre hago que voy tocando el tuvo medio agachado ni te digo las rasgadas que pego con la bici a los bordes de las cunetas se hacen bastantes reales en las venidas del liceo con mis amigos. que fisura mas grande
bueno en fin que interesante adolecencia

Anónimo dijo...

Qué bueno, que gozada leer todo esto.
La primera confesión pública de una teñida de pelo. Ese muro blanco... de derechas a la ida, de izquierdas a la vuelta... la ilusión y los sueños que reflejas.

un placer y gracias

Perry dijo...

Diosss!! Enséñame una foto de rubio!! Jajajaja,

Tranqulo, creo que en la adolescencia todos hemos pasado por eso...
Kirra a mí que no me llama (mucha gente)

Marta dijo...

Bello, simplemente. Me has hecho recordar mi época rebelde de instituto, en que me criticaban por tener buen gusto, por escuchar Los Planetas, Surfing' Bichos..en fin lo que fuera, pero que me parecía lo suicientemente interesante como para alejarme de la alienación juvenil que no piensa. En aquellos momentos deseaba no pensar tanto, ser "una más", ahora me alegro de la chispa que me tocó y me ayudó a seguir en un camino de evolución interior.

El escrito, increible, tus historias me trasladan a los lugares que describes. Nos vemos en un jardín zen...en que las olas no serán muros sino mares de arena en ondas circulares que harán olas y tubos en hamronía con el jardín.

iago dijo...

gracias chicos, para mi el placer es compartirlo.